Me corroe la rabia cuando no encuentro palabras para expresar todo lo que siento, cuando para transmitir la perfección sólo se me atropellan en la punta de los dedos un cúmulo de tópicos torpes que únicamente declamados por ella tendrían valor, rozarían muy de lejos la belleza integral, tan cautivadora como para conseguir que te enamores locamente de una puta vieja casamentera. Hay personajes que andan errantes entre renglones hasta que se hacen carne real. Y son pacientes. No les importa esperar. Cinco siglos ha tardado la Celestina hasta que ha decidido corporeizarse, sacrificar su inmortalidad para vivir de verdad. Cinco siglos y una actualización tan magistral que Fernando de Rojas, o quien fuera que ingenió la Tragicomedia de Calisto y Melibea, la volvería a suscribir como propia. Y cómoda en su cuerpo encontrado, exultante, derrocha energía, con la fuerza vital del recién nacido y el poso empírico de cada aliento, de cada tabla, de cada aplauso, de cada pena. Es Charo López. Celestina. Es ella.
Ojos de Agua, producida por Galo Film, Ron Lalá, Elimia Yagüe Producciones y SEDA, con Charo López, Fran García (espíritu de Pármeno) y Antonio Trapote (músico), se representa en la sala pequeña del Teatro Español
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