
Un día, Chema Lizarralde cambió las palabras por las imágenes. Optó por el flash y el silencio. Pero se equivocó. Sus fotografías, sus conceptografías diría yo mejor, hablan mucho. No sé si habrán superado su forma de unir, de pegar, de hilvanar vocablos y letras. Pero consigue trasladarte de un vistazo al universo que elijas. Él propone. Tú dispones. Capaz de transformar una estampa anodina, nimia, fútil, inane en un discurso intenso. O, al menos, en un guiño. Y por eso, sólo por eso merece la pena.
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